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¿De qué vive el artista?

VIVIR DEL ARTE

Para escribir este artículo he estado leyendo sobre el tema en bastante en blogs y otros sitios webs. Difícil tema: ni siquiera los artistas se ponen de acuerdo.

Hay quienes se dedican a denigrar la forma de conseguir el sustento: que si viven de rentas, que si han recibido una herencia, que si son mantenidos por sus cónyuges.

Las verdades son múltiples y en general, no coinciden con los tópicos recién mencionados:

  • – Algunos, los más afortunados, viven de la venta de su obra.
  • – Algunos se dedican a la ilustración.
  • – Algunos se dedican al diseño gráfico.
  • – Otros son docentes en escuelas, institutos, universidades o talleres particulares.
  • – Hay quienes reciben subvenciones o becas que les ayudan a vivir, pero no les resuelven la vida.
  • – Algunos se hacen galeristas, gestores culturales, curadores.
  • – Otros se convierten en críticos de arte.
  • – Hay quienes se presentan a todos los concursos posibles.
  • – Otros arman asociaciones o espacios culturales en donde intentan darle un lugar alternativo al arte.
  • – Hay quienes tienen un negocio propio que les permite mantenerse.
  • – Una gran mayoría tiene un trabajo a tiempo parcial, completamente ajeno al arte, que le permite pintar, esculpir, dibujar, etc. en su tiempo libre.

Abrimos el debate porque de esto no se habla en las universidades y prácticamente en ningún ámbito.

Se ha convertido en un tema tabú en ocasiones.

En todo caso, lo más interesante que encontramos, y que explica bastante bien la situación del artista es este fragmento extraido de http://www.metapolitica.com.mx/index.php/debates/item/y-a-todo-esto-de-que-viven-los-artistas

“¿Y se puede vivir de ‘esto’?”  La pregunta suele ir acompañada de gestos muy particulares que dan contexto a las intenciones del preguntón en turno. Si los ojos se agrandan, acompañados de una sonrisa entusiasta y el tronco es empujado ligeramente hacia delante, se trata de alguien que desea un “sí” como respuesta; algunos son estudiantes de arte o aficionados a la idea del artista despreocupado que va pagando la renta con la venta de un par de cuadros por mes, desean saber que alguien en algún lugar del mundo vive haciendo lo que más le gusta sin pasar demasiadas penurias. Quien espera un “no” como respuesta, pregunta con la cabeza echada un poquitillo hacia atrás, generalmente con una ceja levantada –o entrecerrando los ojos– mientras la boca se arquea ligeramente hacia abajo; a esos, en principio, el arte les parece una paparruchada en la que pierden su tiempo un montón de vagos…  como pasatiempo puede pasar pero como modus vivendi sería un horror. Los preguntones más raros usan un tono frío que no expresa ni complicidad ni repulsión y reciben la respuesta como un simple dato extra para su cuaderno de notas, donde imagino que han anotado también que los gatos amarillos suelen tener los ojos del mismo color. Luego vienen los locos; creen que el arte no debe venderse sino que debe ser la obra inmaculada (ya sabemos todos que el dinero siempre está mugrosón) de un apóstol de la creación, un mártir de su propia genialidad incomprendida. El artista para ellos debe ser un personaje parecido al loco de la colina; al margen de la sociedad, predicando una hermosa verdad inasequible para los mundanos. Se refieren a la remuneración como pervertir y suelen vestirse como hippies. Sin importar quién ha preguntado, doy la misma respuesta: “¡Claro! Hay quien lo hace… pero son pocos. No es mi caso, aunque la mitad de las veces pagan por mi trabajo o al menos se autofinancia el mostrarlo”. Así seguro quedan insatisfechos todos. 

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